Los que han ido batiendo al viento

Venom

El récord absoluto de velocidad para un auto de serie impuesto hace pocos días en Lemoore, California, por el Hennessey Venom GT Spyder a 413 km/h lleva a recordar a los que en el pasado reciente han merecido tan prestigioso distintivo.  El récord del Venom GT Spyder corresponde al modelo descapotable.

Extraoficialmente Hennessey ha logrado que la versión coupé de este carro – más rígida, ligera y aerodinámica – pueda alcanzar hasta 447 km/h, pero aún no se encuentra disponible, ni homologada, aunque ya fue probada en la Base Espacial Kennedy.

Antes del pequeño americano, el Bugatti Veyron Grand Sport homologó en el 2013 un récord de 407 km/h que quedó como referencia absoluta.  Ese registro, obtenido en la pista alemana de Nardo, relegó el del Veyron 16.4, que al debutar en el 2007 ofrecía una velocidad máxima de 401 km/h.

Diversas pruebas de variada naturaleza en la última mitad de los años ’90 buscaron establecer la verdadera velocidad del triplaza McLaren F-1, al que se le reconocía el más rápido del mundo.  El registro definitivo del auto creado por Gordon Murray en 1992 fue de 372 km/h.

Los récord homologados suelen ignorar autos como el Zonda Pagani Z12 o el Koennig Segg, que se consideran más de tipo artesanal, que de serie y lo mismo puede decirse del famoso Vector W2 norteamericano, de tecnología aeroespacial, pero estas tres máquinas homologaron velocidades en torno a 350 km/h.  Un hito impresionante en el Vector, el más antiguo, pero cuyos creadores solo vendieron cinco.

Un interesante momento en la lucha por conseguir el auto de serie más rápido del mundo ocurrió a mediados de los `80, cuando los proyectos de Ferrari y Porsche por ingresar al naciente Grupo B del Campeonato del Mundo de Rallyes fueron abortados y ambas marcas los convirtieron en los míticos F40 y 959, que homologaron velocidades máximas de 325 km/h al ser lanzados en 1987.

En 1995, Ferrari presentó el F50, capaz de llegar a 350 km/h, la misma velocidad que Porsche homologó para su Carrera GT hecho de kevlar y magnesio y que Ferrari también homologó para el famoso Enzo Ferrari, ya en el nuevo siglo.  Ambos carros crearon una pequeña controversia, porque no eran tan rápidos como el McLaren F-1, pero estaban siendo producidos en serie, a diferencia del prodigio británico, cuyo altísimo precio obligó a reducir a más de la mitad las proyecciones de fabricar 300 carros.

En los años ’70, las marcas de 285 km/h establecidas por los Lamborghini Miura SV y Ferrari 512BB hicieron alucinar del mismo modo en que alucinaron los 250 km/h que Ferrari declaró al presentar su GTO,  un carro concebido para carreras pero con todos los atributos para considerase de serie porque así lo exigía el Reglamento Deportivo en 1962.

Apenas diez años antes que un carro de serie superase los 200 km/h era una utopía, que se hizo realidad en 1954, cuando el Mercedes-Benz 300SL homologó 230 km/h.

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