¿Por qué bajamos la radio al estacionar?

1433165775_378459_1433242140_noticia_normalUn considerable número de conductores suele bajar el volumen de la radio al estacionar o al buscar una lugarde estacionamiento. Quizá nunca te hayas percatado o también puede ser que no sea tu caso, pero esta costumbre automatizada tiene una explicación: no todos podemos hacer dos cosas a la vez si estas requieran toda nuestra atención.

¿Sabés por qué solemos bajar el volumen de la radio al estacionar? Es probable que nunca antes te hayas hecho esta pregunta, pero seguro que te sientes identificado o sabes de alguien que lo haga. Muchos conductores bajan el volumen del equipo de sonido de su vehículo al estacionar, también cuando circulan buscando estacionamiento o incluso cuando transitan por un lugar desconocido fijándose en las señalizaciones. La causa está en que no podemos hacer dos cosas a la vez si estas requieren toda nuestra atención.

Si al estacionar bajas el volumen de la radio se debe a que no estamos capacitados para hacer algo que requiera toda nuestra atención y al mismo tiempo, que haya un factor externo que nos pueda distraer. Y es que la música forma parte de nuestras vidas prácticamente desde que nacemos, la captamos de forma automatizada y es muy difícil ignorarla, de ahí que instintivamente reduzcamos el volumen cuando vamos a realizar una maniobra de cierta dificultad.

En su libro Thinking fast and slow, Daniel Kahneman, ganador de un premio Nobel, indica que estacionar requiere de un pensamiento lento que necesita mucha racionalidad, por lo que consume más recursos y energía. Por eso, de forma automática, se dejan de realizar otro tipo de actividades, como escuchar la radio. Como ejemplo explica que somos capaces de caminar rápido y hablar a la vez, pero si en ese momento alguien nos pide que calculemos 23 por 78, seguramente dejaremos de caminar.

Pero, ¿qué pasa con aquellos conductores que sí que son capaces de estacionar con la música puesta? La causa está en que con el tiempo, el cerebro es capaz de automatizar los movimientos, por lo que esta situación se puede dar en aquellas personas que están muy habituadas a estacionar el auto.

“Lo que tenemos en la mente viene de dos vías: a lo que atendemos voluntariamente y lo que capta nuestra atención de forma automática, como un estímulo peligroso o inesperado”, explica Manuel Martín-Loeches, profesor titular de Psicobiología de la Universidad Complutense de Madrid y coordinador del área de Neurociencia Cognitiva. En esta segunda vía estaría también la música, que es muy atractiva para nuestro cerebro ya que somos una especie muy musical, que desde el nacimiento disfruta de oírla y sentirla sin necesidad de aprendizaje. “Esto se explica porque gran parte del circuito cerebral de la música coincide con el del lenguaje, otro instinto muy humano”, apunta Martín-Loeches.

Pero nuestro cerebro tiene unos recursos atencionales limitados. “Mientras que conducir por una autovía o por calles que ya conocemos se puede hacer en piloto automático, ya que consume pocos recursos, aparcar no es algo rutinario”, explica el especialista. Cada espacio es diferente, requiere calcular maniobras, usar la marcha atrás… “Así que si estamos atendiendo a la música, ya que la captamos de forma automática y no la podemos ignorar, el cerebro atiende a ella en lugar a lo que en ese momento es necesario”. Por ello se quita, para dejar todos los recursos disponibles para la tarea que en ese momento tiene cierta dificultad y es imprescindible llevar a cabo. “No somos tontos, lo hacemos de forma instintiva”, remata Martín-Loeches.

Según su hipótesis, Kahneman llama a estas dos formas de actividad cerebral System 1 y System 2. El primero es automático, intuitivo e inconsciente, mientras que el segundo es ese pensamiento racional, lento, deliberado. En su reseña del libro en Scientific American, el autor explica: “Aunque el System 2 se cree que está siempre donde hay acción, el auténtico héroe de la historia es el System 1, ya que genera sorprendentes patrones de ideas y las impresiones y sentimientos que son la base de las creencias y elecciones del otro”. Tras invitar a los lectores a imaginar cada uno de ellos como agentes individuales con sus propias habilidades, limitaciones y funciones, una suerte de personalidad cerebral, reconoce a los más escépticos que solo son “ficciones útiles” para entender los caprichos del cerebro.

En términos de actividad de ese caprichoso llamado cerebro, escuchar música es un acto complejo. La psicóloga María Álvarez señala: “Implica al cerebro emocional, al cerebro neurovegetativo y al cerebro racional, sin casi ninguna parte que no se vea afectada por la música” . Las frecuencias altas, los sonidos llamados agudos, afectan a la percepción y a la memoria; las medias a procesos neurovegetativos como el ritmo cardíaco o las emociones, y las bajas o graves a la conducta motora. “Creo que esto lo saben bien en tiendas como Berskha y los que componen listas musicales para correr”, señala Álvarez. La música se puede convertir en una aliada de determinados procesos cognitivos.

Fuente: El País de Madrid

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