Antes, un espectador podía identificar los autos por cómo sonaban. Los motores V12 de las Ferrari de Fórmula 1 eran imposibles de confundir con los V8 de Cosworth. Hoy, varias categorías de primer nivel tienen motores genéricos preparados en condiciones idénticas. Ése es el caso de la IndyCar (al menos hasta fin de año) y el TC2000 Argentino. Otras categorías están adoptando esa política, como el Turismo Británico, el Argentino de Rally con sus Maxi Rally e incluso nuestro Superturismo, con el motor “comodín”.
En otras épocas, un rápido vistazo a los autos de carreras bastaba para identificarlos. Últimamente han proliferados los autos silueta, prototipos con carrocería más o menos parecida a la de los modelos verdaderos. Ése es el caso del Top Race, el DTM alemán y la Copa Nascar. De hecho, los estadounidenses deben pintar logotipos gigantes sobre el morro para que la gente distinga los Ford de los Chevrolet, porque los laterales son exactamente iguales.
¿Por qué los autos de carreras son cada vez más artificiales? La respuesta única es evidentemente el dinero, lo que genera consecuencias en varios rubros.
Por un lado, las marcas de autos invierten muchísimo dinero en exhibir sus modelos triunfantes. O al menos así ocurría antes – hoy lo importante es publicitar la marca. De ahí que les dé lo mismo que sus autos ganadores no sean genuinos, basta con que el logotipo salga bien grande en las fotos. Y en vez de invertir dinerales en limar décimas exprimiendo algún caballo más de los motores, prefieren poner en pista más unidades manejadas por los pilotos más populares. También ocurre que tanto dinero volcado en competición se va al drenaje si no hay éxitos. Por esa razón se prefiere igualar las prestaciones de los autos, la diferencia la hacen los pilotos carrera a carrera.
A su vez, a medida que el automovilismo se fue popularizando, cada vez son más los espectadores que piensan en los autos como un electrodoméstico más. Ellos se entusiasman con las batallas en pista -cuanto más aguerridas mejor- y por las caras victoriosas que salen en televisión y revistas. Eso tiene un efecto doble. Para fomentar el juego áspero, se necesita emparejar las prestaciones de los autos. Al mismo tiempo, al descuidar la composición de las máquinas, se da mayor destaque a los pilotos.
Está bárbaro que a algunos les atraiga este tipo de automovilismo. ¿Pero qué pasa con los demás, con los tuercas fundamentalistas de la pureza? A nivel mundial, el mayor exponente del automovilismo de automóviles es el ACO con sus 24 Horas de Le Mans, la reciente Copa Intercontinental Le Mans y los campeonatos continentales en América (ALMS) y Europa (LMS). Allí, quienes desean experimentar con tecnología de punta son recibidos gustosamente. Basta ver el Porsche 911 híbrido que participó en 2010 y el Peugeot 908 híbrido que mostramos hace poco. Afortunadamente, los fierros siguen existiendo.
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