Aún cuesta acostumbrarse a ver el HALO (se pronuncia Jeilo) en los autos de F1, pero cada vez cuesta menos justificar su obligada inclusión en aras de una mejor protección del piloto.
El pasado domingo, Charles Leclerc podría haber sido víctima del incidente en Les Combes, pero como se ve, el HALO absorbió el impacto del auto de Alonso, lanzado por el aire tras el injustificable “topetazo” de Hulkenberg. Se trata de una pieza compuesta por tres barras de titanio que rodean el habitáculo del piloto, que pesan 13 kilos y son capaces de aguantar un peso de 12.000 kilos. En este caso, mas que suficiente para que Leclerc saliera sin un rasguño.
Felizmente, de la espectacularidad del accidente sólo quedó como saldo una penalización en diez lugares a Hulkenberg (quien evidentemente frenó muy pero muy tarde) para la grilla de Monza, una perla en el largo collar de frustraciones que viene aparejando -con plazo de vencimiento- a Fernando Alonso su paso por Mc Laren y un buen susto para el joven Leclerc, quien aún con poder suplir -casi seguro que no será en 2019- a Raikkonen en Ferrari.
A quienes no nos gusta como luce el HALO nos ha quedado buen y práctico ejemplo de porqué asumirlo sin mas discusión. En el 2012, un accidente similar resultó en un golpe de suerte para que Alonso no terminara decapitado. El domingo, no hubo suerte, simplemente el HALO tuvo parte en minimizar las consecuencias.