Tenés que tener unos añitos para entender porqué el mundo del rally internacional hoy está de luto. No pienses en un piloto o copiloto, aunque lo fue, y de los buenos, sino por todo lo que hizo por la disciplina el fantástico Martin Holmes dentro del periodismo.
Cultor de una ética de trabajo insuperable, Martin, tan espigado como desarreglado en su vestir y caminar, con el pelo a lo Larry de “Los Tres Chiflados”, fue durante unos 40 años parte de la escenografía de cada rally mundialista. Le conocí en el de Tucumán de 1980 y entablamos una relación profesional espectacular, que luego se convirtió en amistad y con él, siempre al tope, recorrimos los caminos de todas las pruebas del calendario -salvo Kenia- en épocas dónde no había GPS, y dónde por lo general alternábamos el manejo, aunque cuando había que ir rápido para llegar a ver los autos pasar otra vez, él tomaba el volante y yo los mapas, ayudado por el hecho de que a esa altura, Martin ya había hecho la mayoría de esos caminos muchas veces. Tan es así que cuando orgulloso un día le dije “como pasa el tiempo, esta es la sexta vez que vengo al 1.000 Lagos“. Sin desviar su mirada del camino, largó una carcajada “Well, Mario, I think I ve heen here for 25 times, since Simo (por Lampinen) won it with the Saab 96...”
Había sido piloto y corrió su primer Rally en 1959, ganando el Británico con Chris Sclater con un Escort RS 1600 en 1971. La victoria que mas celebraba era la del Rally de Dukeries. Dos años mas tarde, cuando la FIA creó el Mundial, pasó a ser copiloto, corriendo con el afable Shekhar Mehta en el San Remo de 1974 en un Lancia Beta Coupé y con Andy Dawson en Portugal 1979 en un Datsun 160 J. También se sentó a la derecha de Pentii Airikkala, de Jean Ragnotti y su Renault 5 Turbo y del enorme, en tamaño y talento, Timo Makinen.
Fue en es época en la que decidió convertirse en un Trotamundos tras una pasión que comenzó a disfrutar desde los costados del camino, con sus tres cámaras fotógraficas -hoy piezas de museo- y una libretita de notas dónde acopiaba los datos que por la noche, debíamos volcar en las teletipos. Las jornadas eran interminables. Nos levantábamos antes que los pilotos, para esperarlos en los lugares que Martin sabía de un salto, de un vado o una curva interesante. Y luego, mapas mediante, en pruebas que no repetían tramos, había que ingeniárselas para poder fotografiarlos otra vez.
Las primeras veces, yo iba sólo o con apenas un fotógrafo. El era un lobo solitario al que yo había ayudado cuando las pruebas mundialistas de 1980 (Tucumán, ganada por Rohrl con el 131 Supermirafiori) y Bariloche en el 83, bajo la nieve (con victoria de Hannu Mikkola y el Audi Quatrro A2). Martin no hablaba una gota de español y yo le venía bárbaro.
Luego me devolvería la gentileza y con creces, pues en 1989 fuí al 1.000 Lagos con un cameraman de Canal 4 para producir un documento muy especial: la primera victoria de Gustavo con Daniel Muzio en el Lancia del Grupo “N”.
Y él me tendría en los años siguientes santa paciencia, pues mi interés (el nuestro) ya entrando en los años noventa estaba en verlo y filmarlo a Gustavo , quien en su Grupo “N” pasaría después de los “A”, en aquellas gestas que le permitieron sus cuatro títulos. Hizo enseguida amistad con Gustavo y se ofreció a acompañarme a Murcia, España, dónde el minuano con Arturo Fernández de la Fuente ganó la general con la bestia, el Delta S4. A Holmes siempre le sorprendió la capacidad de Gustavo de cambiar y manejar distintas potencias como si nada. Y sí, si en en 1988 había manejado un Mazda 323 4WD en Grecia, un Delta HF Integrale en Portugal, un 16 V. en San Remo, Costa de Marfil, y Gran Bretaña, mas un Audi Quattro de la Top Run en el Memorial Bettega.
Otros grandes copilotos (Ricardo Ivetich, Martin Christie, Jorge del Buono) fueron cambiando en la butaca derecha, mientras la constante al costado del camino, y en cada auxilio, era Holmes con sus preguntas, quien en las pruebas a las que yo no podía concurrir me enviaba -por correo- la crónica de la carrera.
Cuando ya fue una constante el estar con un cameraman siguiendo a Trelles yo agradecía a toda hora la paciencia de Martin, quien cumplía con gran parte de su trabajo con los Grupo “A” y esperaba a Trelles y sus rivales, del Grupo “N”, para redondear el mío. Luego, salía al galope hacia el auto que por lo general era uno de los que habían usado en los entrenamientos, los propios pilotos de los equipos oficiales, y a veces hasta con las especificaciones de carrera. Así llegué a manejar y a asustarme con un Toyota Celica GT4 con el que había hecho la hoja de ruta Carlos Sainz, para quien Martin me utilizaba como intérprete.
Su nombre fue creciendo, mas de su metro noventa. Era un gran profesional, capaz de dormir tres horas, dónde fuera -hasta en un Monasterio griego nos tocó- para seguir bien de cerca una prueba.
Estaba asombrado como nuestro trabajo a la par de los autos, progresaba tecnológicamente. Del teletipo pasamos al Fax y de éste al Mail. De las telefotos punto a punto en blanco y negro, a revelar rollos, imprimir fotos y pasarlas al toque a las redacciones dónde recibían sus materiales, joyas puntillosas dónde no debía faltar -era imperdonable- ningún detalle de lo ocurrido en la prueba.
Por si fuera poco, su gran relación con Pirelli le llevó a extender su trabajo a los venerados libros anuales, de los que hizo nada menos que 33 (hasta 2011) y cuya colección casi completa conservo. Los anuarios de Martin Holmes fueron piezas únicas, y muy especialmente los que él dedicaba “to my friend….”
Dejé de verlo por unos años, cuando Trelles corrió su última mundialista (creo que Córcega en el 2002) ya con el Evo VII, pero antes , en el año en que debutábamos en el diario El País, junto a Diego Lamas, se nos ocurrió promocionar de mejor forma a la Copa de Oro Texaco (ex 19 Capitales) trayendo a un finlandés a correr. Carlos “Cochile” Scheck, nos escuchó lo que parecía
un disparate y dijo y dijo “bueno, algo de español le voy a enseñar”. Hablé por teléfono con Ari Vatanen, y no podía para la fecha elegida, pero nos recomendó especialmente a un tal Airikkala. Y allá vino, con sus lentes con muchísimo aumento y figura de profesor de literatura. Recuerdo a un piloto uruguayo decir al verlo: ¿”y éste gordito es el que nos viene a matar….”? Y bueno, el gordito pasó de un Grupo IV a un Escort Grupo I y los mató, por lo menos en la primera etapa, hasta que un problema en la caja de cambios le determinó su abandono. La invitación no fue sólo para Pentii pues también invitamos a Martin, quien publicó luego en varias revistas europeas una recordada nota “: “Have Passport, will travel”. Contando allí de nuestro país, del buen manejo organizacional del Rally Uruguayo, del Mercado del Puerto, de las playas, olvidando por cierto el cómo dejó el tren delantero de un R12 -que le habíamos alquilado- en la entrada de un puente, siguiendo la carrera.
Asistió a su 500 prueba del WRC en Portugal en 2016, en el que se celebró este notable logro con una presentación del presidente de la Comisión del WRC, Carlos Barbosa. Su última presencia en un Rally fue el de Alemania en 2019, pero continuó trabajando en el deporte que amaba hasta principios de este año, dónde ya la enfermedad empezaba a mostrarle el final del último tramo, y la carrera por una vida de un hombre que amó profundamente lo que hizo.
Al llegar a su octagésimo cumpleaños el pasado 25 de abril, escribió: “Quiero celebrar mi 80º cumpleaños, pero aún más que eso, quiero empezar de nuevo, volver a donde están los jóvenes hoy”.
Millonario en su actitud y talento y, no tengo dudas, alguien que merece un lugar en el Salón de la Fama del Rally, que el mismo contribuyó a crear para Pilotos y Co Pilotos. No sería mala idea el hacer una primera excepción con un periodista. Nadie se lo merece tanto.
Que en Paz descanses, querido Martin Holmes!!!