Para Germán Fernández, el novato piloto uruguayo de motos oriundo de Dolores, el Dakar ha terminado en algún punto entre Chilecito y Copiapó. Con cara de circunstancias en el vivac, aún parece preguntarse cómo volver a la competición.
Le asoma una barba incipiente mientras juguetea con el celular sin prestar atención, con la mirada perdida. “Allí no tenía cobertura…”. Y justo allí es donde a Germán le habría venido bien llamar a algún miembro de su familia para desahogarse y explicarles toda la rabia que se siente cuando hay que abandonar por rotura de motor.
“Era el kilómetro 50 de la especial, más o menos. No me he dado cuenta de nada y ha sido todo rapidísimo. He perdido todo el aceite de golpe y ya no ha funcionado nada”. Bajo el sol de justicia de los Andes, en soledad y sin cobertura. Bueno, sí ha logrado ponerse en contacto con la organización, les ha explicado la situación y ha esperado unas 2 horas a que vinieran a buscarlo.
“Al final me he subido con un espectador, pero es que encima se ha perdido al intentar encontrar el vivac para dejarme”. ¡Un día para olvidar! “.
Germán, de 25 años, trabaja en la empresa agrícola familiar y sigue los pasos de su hermano, que participó en el Dakar el año pasado. Tanta frustración… Obligado a abandonar la carrera y sin saber qué hacer el año que viene.
“Participar me ha supuesto un esfuerzo económico importante. No sé si podré volver, la verdad sea dicha”. Por fin ha logrado llamar a su padre en primer lugar y, a continuación, a su hermano. Maldice entre dientes su mala suerte y contempla el dorsal nº 74 de su chaqueta con el casco bajo el brazo, ya inútil. Aún permanece unos minutos en este campamento itinerante y bullicioso, reacio a despedirse. Todavía dirige miradas vacías al soleado vivac de Copiapó, cuando Germán carga contra la injusticia sufrida. “¡Físicamente, estaba preparado!”, agrega. Sin duda con la mente puesta en regresar.
(Fuente: dakar.com)
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