El Campeonato Mundial de Rally ha sufrido varios cambios a lo largo de su historia, tanto en formato como en vehículos admitidos para correr en las diferentes categorías. Así como el 2017 significó una nueva era en los autos, algo similar ocurrió hace exactamente 20 años, en 1997.
De aquellos monstruosos autos del recordado Grupo B, prohibido en 1986 por motivos de seguridad, nada quedaba, dando el Mundial de Rally un giro de 180 grados hacia vehículos menos potentes y de fabricación masiva, necesaria para la homologación que les autorizara a competir. Nacía el Grupo A, que en principio dominaría Lancia y más tarde Toyota. Subaru, que había empezado a competir con el modelo Legacy RS, estaba apuntalando a un joven escocés de apellido McRae, hijo de un excampeón británico, Jimmy.
Fue en 1993, en mitad de temporada, cuando el Legacy, ya pintado de azul y amarillo tras el acuerdo de patrocinio por parte de State Express 555, dejaría paso a un auto completamente nuevo, el Impreza. Tras una buena temporada en 1994, el año 1995 significó el campeonato del mundo para Colin McRae, y también el segundo año consecutivo para Subaru en cuanto al título de marcas.
La FIA resolvió un nuevo cambio de reglamentación, que entraría en vigencia en 1997, acotando nuevamente el número mínimo de vehículos producidos para poder homologar un modelo para el torneo. Comenzaba entonces una nueva categoría y homologación, la máxima del Mundial de Rally, denominada World Rally Car. La autoridad que rige el automovilismo mundial permitió que las marcas pudieran hacer un cambio paulatino, pero Subaru presentó su nuevo Impreza a principios de la temporada de 1997, ganando las tres primeras fechas del año con Piero Liatti y Colin McRae. El nacido en Escocia era el único piloto a tiempo completo, pues Liatti intercambiaba asiento con Kenneth Eriksson, según las pruebas fueran de asfalto o de tierra/nieve.
En 1997 yo tenía 14 años, y recuerdo haber quedado cautivado por el modelo, de dos puertas, pintado con el color azul característico, la publicidad en amarillo, y las llantas doradas. Me llamaba la atención la versatilidad de los autos de rally, que de una fecha a otra variaban según el terreno, y me daba la sensación que perfectamente se podría tener uno de esos para todos los días, pues hasta señaleros poseían (y siguen teniendo, debido a los enlaces en rutas abiertas). Además, en aquella época eran autos que se parecían mucho a los vehículos de serie, y recuerdo que aquello me gustaba. Ver esos autos casi de calle en manos de profesionales sorteando todos los terrenos, y sobre todo en manos del escocés McRae, me hizo comprarme libros y de vez en cuando tratar de ver algo en televisión abierta, pues no tenía internet ni cable.
Tanto me gusta este auto, que hace años descansan en la casa de mis padres tres modelos a escala de Tamiya: dos del Rally de Montecarlo, y uno del Rally de Kenia.
Con internet la cosa cambió, y los fanáticos pudimos ver videos, imágenes, y leer datos sobre nuestros autos favoritos hasta quedar empachados. Pero siempre, y por suerte, hay más cosas para ver, leer, y seguir disfrutando de nuestra pasión.
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