Cuando escribí hace unos días respecto al “RB7 como -quizás- el mejor auto de la historia” mencioné el arte y parte de Adrian Newey, gran cerebro que lo pergueñó y al que tantas victorias no terminan de darle su justa recompensa.
Nacido en Stratford upon Avon, a sus 53 años el Jefe Técnico de Red Bull es un apasionado de un trabajo en el cual se inició en los años ochenta, debutando como diseñador del March Indycar en 1983. Su chasis 85C logró el Campeonato del 84 con Al Unser al volante. Cuando en el 86 repitió con Bobby Rahal, ya tenía un nombre en Europa a dónde regresó para ingresar en el equipo Force de F1, pero éste se retiró a fines del 86, por lo que volvió a March, pero para seguir en la máxima categoría.
Ya en el 88, cuando la aerodinamia carecía de la importancia de los últimos tiempos, su March llegó a liderar algún GP y con este equipo devenido en Leyton House, Adrian ascendió a Jefe Técnico. Allí estuvo dos años, pero fue despedido por falta de resultados en el 90. No faltarían interesados en contratarle.
Ese mismo año pasó a Williams, aunque bajo la batuta técnica de Patrick Head. Su primer trabajo directo fue el chasis FW14, con el cual Williams le planteó batalla al dominante Mc Laren, pero claro oponiendo a Mansell frente a un Senna en su gran apogeo.
En el 93 Mansell ganó el título y Newey el primero de Constructores, pero en el 94 le tocó vivir, con su diseño, la muerte de Ayrton, quien había sido contratado ese mismo año. El propio Newey dijo “nunca seré el mismo a partir de hoy….” El resto de la temporada fue muy complicada para todo el equipo, profundamente tocado por lo del brasileño, pese a lo cual, aún resignando el título de Pilotos, consiguió el de Constructores.
Sus autos siguieron brillando hasta 1997, cuando con Damon Hill y Jacques Villeneuve, Williams dominó ampliamente, pero taponeado su ascenso por Head, Newey se fue a Mc Laren y su MP4/13 fue el arma de Mikka Hakkinen para ganar los títulos del 98 y 99, quedando a un paso del del 2000.
Con cinco títulos de constructores y 76 victorias de sus diseños, Newey entró en una etapa irregular, pues en cinco temporadas sus autos no consiguieron ningún título.
En 2005, el nuevo equipo, Red Bull Racing, se hizo de sus servicios, trabajando en el auto para 2006, con David Coulthard -con quien ya había estado en Williams y Mc Laren- como piloto estrella. El equipo, con mucho dinero atrás de Dieter Mateshitz, propietario de la bebida energizante, comenzó a mejorar ya en 2009, Sebastian Vettel y Mark Webber empezaron a ganar. Lo del 2010 y 2011 es el presente, en el que Adrian Newey brilla desde la sombra, habiendo generado en un deporte dónde para ganar hay que tener un auto ganador, el mejor, eficiente, regular y contundente, que he visto.
Ayer, al leer una traducción de un artículo de la revista “Auto Bild” de Alemania, subrayé sus palabras: “mientras disfrute lo que hago y tenga nuevos desafíos estaré en la F1. En esto hay que estar siempre en guardia, pues nuestros rivales nunca se quedan quietos y buscan derrotarnos” finalizó diciendo este británico que ya ha conseguido títulos con tres equipos diferentes en la Fórmula Uno.
Su última frase es quizás el mejor augurio para sus rivales: “de cualquier forma, no pienso quedarme toda la vida en el automovilismo….”
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