Hablando de Huevos de Pascua, el que hicieron Fabergé y Rolls Royce

La Casa Fabergé es una joyería, hoy muy famosa, fundada en 1842 en San Petersburgo por Gustav Fabergé, durante la Rusia Imperial y luego fue nacionalizada por los bolcheviques en 1918. Ya era muy conocida por los huevos incrustados con joyas que realizaba para los zares rusos y por otros trabajos de alta calidad con detalles muy especiales.

Los huevos trascendieron el tiempo y en 2018 Rolls Royce publicó una selección de fotos del que crearon en conjunto con Fabergé, con la mira puesta en coleccionistas o para aquellos adinerados que suelen encargar, de acuerdo a la costumbre, obsequios de Fabergé para celebrar la Pascua.

La historia dice que en 1885 nació el primer huevo imperial cuando el Emperador Alejandro III de Rusia quiso hacerle un regalo fastuoso a la Emperatriz María Fiodorovna y recurrió a la casa Fabergé. Fue tal el éxito que el Huevo Imperial se convirtió en una tradición de Pascua para la realeza.

Cuando llegó la Revolución la mayoría de estas joyas se perdieron y las pocas que sobrevivieron se convirtieron en obras artísticas de enorme valor. A tanto se llegó que un Huevo Imperial creado en 1887 se venció en Londres, en 2014, por 33 millones de dólares.

En 2018, Rolls-Royce y Fabergé aunaron esfuerzos para crear un nuevo huevo de Pascua que rindiera tributo al espíritu del Éxtasis. Para Rolls-Royce, asociarse con Fabergé era asociarse con una empresa que dirigía sus productos al mismo -y escasísimo- grupo de posibles adquirentes.

Siete artesanos de Fabergé produjeron un huevo que se asienta sobre una base de oro blanco de 18 quilates, tallada a mano y con un motor. Los brazos sirven como cámara protectora del “Spirit of Ecstasy”, y se abren como una flor para revelar una versión moderna de la figura en su interior. Un interior que revela más piedras preciosas, como 10 quilates de diamantes blancos y una amatista natural que pesa más de 390 quilates.

El símbolo del “Spirit of Ecstasy” fue presentado en febrero de 1911 e incluido primero como opción, desde 1920 de serie en los modelos de Rolls-Royce. Su autor es Charles Sykes, que apodó en primer término a la estatuilla como “Spirit of Speed,” pero pronto pasó a conocerse por su apodo actual.

Sin embargo, a Henry Royce no le agradaba demasiado, porque empeoraba la visión del conductor y tampoco consideraba que embellecía especialmente sus coches.

Esta nueva creación es espectacular, a la vez que cara. Rolls-Royce argumenta que este producto está dirigido al coleccionista que aprecia los Rolls-Royce y los artículos de Fabergé. No está destinado a terminar en un automóvil, y mucho menos sustituir al emblemático símbolo de la marca. ¿Su precio? Si pregunta, no es para Ud.