La suerte de Chrysler recae sobre los hombros de Sergio Marchionne, un italiano que presta especial atención al detalle. Hace algunos años, su estilo micro gerencial lo ayudó a salvar a Fiat SpA del borde del colapso, pero hoy puede retrasar decisiones debido a su doble papel como cabeza de Fiat y Chrysler. El ejecutivo tiene que dividir su tiempo entre Michigan e Italia.
La obsesión de Marchionne por los detalles en Chrysler contrasta con el estilo de otro nuevo jefe automotriz en Estados Unidos, Daniel Akerson, de General Motors, quien reconoce que no es un experto en autos. Por ejemplo, durante varias semanas del año pasado, Marchionne estuvo preocupado por una leve desviación en la curvatura de la puerta del nuevo Dodge Durango, y ordenó cambios hasta quedar satisfecho.
El otro alto ejecutivo que encabeza dos automotrices unidas en una alianza, Carlos Ghosn, de Renault SA y Nissan Motor Co., también se fija en ocasiones en los detalles mínimos, pero tiene un director general de operaciones en cada compañía que se encargan del día a día, además de un comité de 15 ejecutivos que controlan la alianza. Marchionne ha sorprendido a muchos al tener bajo su supervisión directa a 23 ejecutivos en Chrysler y a más en Italia. El argumento de Marchionne es que el tener a tantos gerentes reportándole ayuda a Chrysler y a Fiat a trabajar más estrechamente.
Mientras que rivales como General Motors Co. y Ford Motor Co. ya se recuperaron de la recesión que aquejó a la industria automotriz, Chrysler aún no da vuelta a la esquina. La empresa ya no pierde dinero a raudales, pero acumuló un saldo en rojo de US$652 millones en todo 2010. En el último trimestre del año pasado, la pérdida ascendió a US$199 millones.
Sus ventas de vehículos en EE.UU. crecieron 16,5% en 2010, pero buena parte fueron a compañías de alquiler. Las ventas individuales, un mejor indicador, muestran que la empresa aún tiene camino por recorrer. Chrysler, otrora la tercera automotriz del mundo, hoy ocupa el sexto lugar en el mercado estadounidense, detrás de GM, Ford, Toyota Motor Co., Honda Motor Co. y Nissan Motor Co.
Marchionne es un experto en autos. Al llegar a Chrysler a mediados de 2009, conocía al derecho y al revés cada modelo, y sus defectos, de la automotriz. El italiano invirtió US$1.100 millones en la transformación de 14 modelos que ya estaban en producción. Los cambios incluyeron desde interiores más lujosos hasta nuevos neumáticos y nombres.
La inversión es una gran apuesta, pero Marchionne temía que las ventas no se recuperarían si se mantenían los modelos viejos.
A mediados del año pasado, transformó una de sus escasas vacaciones en una prueba de fuego para el Jeep Grand Cherokee, que condujo 5.600 kilómetros por Canadá y EE.UU. Su veredicto fue que la estructura básica del todoterreno era perfecta, pero quedó decepcionado con el número de personas que voltearon a mirarlo cuando lo estacionó frente a un hotel de Boston. “Se trataba de un vehículo completamente nuevo y uno esperaría que llamara más la atención”, reconoce.
Marchionne nació hace 58 años en Chieti, cerca de la costa adriática de Italia, y se mudó con su familia a Toronto cuando tenía 14 años. En 1994, encabezaba una empresa suiza de servicios cuando saltó a Fiat, donde se volvió conocido por trabajar largas horas, siete días a la semana.
En una reunión de analistas en 2006 apareció luciendo un suéter y jeans negros y decidió que le gustaba su look informal. Ahora mantiene alrededor de 30 suéteres y jeans negros en cada una de sus casas en Michigan, Turín y Suiza, lo que le permite desplazarse con un equipaje mínimo.
En 2008, el entonces propietario de Chrysler, Cerberus Capital Management LP, se acercó a Fiat para analizar una alianza. La compañía italiana había dejado de vender autos en América del Norte hacía tiempo y dependía fuertemente de Europa y de los vehículos pequeños con márgenes de ganancia estrechos. Chrysler vendía vehículos grandes, camionetas y camiones, fundamentalmente en América del Norte. Entonces, a pesar de sus problemas, podía ayudar a Fiat a ser una compañía global.
Ahora Chrysler está desarrollando vehículos pequeños y medianos basados en los modelos de Fiat, en tanto que la compañía italiana se está preparando para fabricar jeeps y otros vehículos de la estadounidense en sus propias plantas. La visión de Marchionne es que las dos compañías produzcan más de seis millones de vehículos en 2014, casi el doble del número actual, lo que le daría a la alianza una escala similar a la de los grandes gigantes de la industria automotriz.
En noviembre pasado, en la feria automotriz de Los Ángeles, Marchionne ofreció un vistazo de lo que piensa que Chrysler y Fiat podrían lograr juntas. Primero, mostró un Fiat 500, un subcompacto que ahora Chrysler está produciendo en México. Luego, levantando el capó del rediseñado Jeep Grand Cherokee para mirar su motor V8, Marchionne dijo que el vehículo podría ser utilizado como base de otros modelos, como un todoterreno de lujo para la marca Maserati de Fiat. El vehículo podría venderse a US$100.000. “Esta es una gran estructura. ¿Por qué no podríamos poner un Maserati sobre ella?”, preguntó.
Fuente: Jeff Bennet y Neal Boudette/Economía en Tiempo Real
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