En la noche de este viernes, el piloto argentino Juan María Traverso estuvo brindando una charla en la sede central del Automóvil Club del Uruguay. “El flaco”, fiel a su estilo, estuvo más de dos horas contando variopintas anécdotas, entre la seriedad de los temas vinculados a la seguridad vial, y la más distendida parte relacionada con cu prolífera carrera deportiva.
Con 64 años en su espalda, vale recordar que Traverso, a modo de resumen, ganó en todo lo que corrió. Compitió en Argentina, en Sudamérica, en Europa… y para tener una idea, ostenta el récord de haber conseguido la victoria en el 20% de las carreras que participó, toda una hazaña. Ganó con un auto prendido fuego, hizo podio en tres ruedas… y también, como dijo Rubén Daray “se peleó con todos, pero le ganó a todos”.
Su temperamento, carisma y verborragia suman a su enorme trayectoria deportiva, y levanta los aplausos en todos los auditorios. Ayer no fue la excepción, y ante un saló colmado, Traverso se las ingenió para dar todo de sí. Confieso que me gustaría compartir una charla más larga, pero la de anoche fue brillante.
Desde su óptica como piloto profesional, y con la autoridad que ello determina, comenzó hablando de seguridad vial. Señaló la importancia del casco, la de conducir en la posición correcta, la de las distracciones como el teléfono, el alcohol, el mate, el cigarrillo. Pasó por varios temas que tendemos a no prestar atención, valga la redundancia, pero que generan los siniestros de tránsito.
“Soy un admirador de los uruguayos”, comenzó diciendo. “Tengo familia viviendo acá, por lo que tengo excusa de venir seguido”.
“Por que un corredor de autos habla de este tema. Un verdadero corredor de autos, el que lo lleva en la sangre, anda normal en la calle. Sabe lo sabe que es tener un accidente, lo fácil que es matarse, y el vicio o el fanatismo de manejar se saca en la pista”, indicó el piloto.
“Por eso el verdadero corredor de autos tiene que ser un ejemplo en la vía publica”, subrayó.
“El los años 70, yo tenía 22 o 23 años, y el automovilismo argentino era muy peligroso. Yo iba a correr y no sabía si volvía. ¿Qué me enseño ese automovilismo? Terminaba la carrera, y de haber zafado de matarme, me enseñó que no me iba a pegar una piña volviendo a mi casa”.
“Primero fue volver a ver a mis viejos, luego a mis hijos, luego a mis viejos. Nunca me pegué una piña en un auto en la calle. No manejo mejor que nadie en la calle, solamente soy consciente de lo fácil que es matarse, o matar a alguien”.
Por eso, Traverso junto con la Asociación Argentina de Volantes, recorre Argentina y en este caso Uruguay, hablando de seguridad vial. Según el piloto, la conciencia y la distracción son la causa principal de siniestros, sumado a la gente que, según el, “no sabe o no está capacitada para conducir”.
Sobre las motos, Traverso opinó que es muy difícil explicarle a los motocicistas que “ir en una moto e ir en un auto es exactamente igual que ir en un auto, con las mismas leyes”. A propósito, vale recordar una de sus frases “La moto es el mejor invento del hombre para matarse.El casco y la moto son una misma pieza, un tipo con el casco puesto sin la moto es un pelotudo, y en la moto sin el casco más pelotudo”.
Continuó explicando que los siniestros de tránsito no son accidentes “tal vez uno de cincuenta es un accidente. La mayor parte de ellos son evitables, se generan por distracciones y falta de conciencia”.
Sobre hablar por teléfono, indicó que, la distracción que provoca el celular “no es porque uno lo lleva en la mano: es la conversación telefónica. Los autos que tienen los elementos para hablar sin manos, provocan la misma distracción”.
La prueba es la siguiente “si alguno tiene que hacer un viaje de 30 km hablando por teléfono, lo hace en un ratito. Sino, demora un rato más. El tema es que, cuando va hablando por teléfono, no va manejando. La distracción es la causa mayor de siniestros de tránsito”, enfatizó. Y lo graficó con una anécdota.
“En la Universidad Católica de Paraná, con más de 1.500 personas, había una monjita sentada adelante, y yo decía -no voy a poder putear, cómo hago-, y un participante saca el tema del celular. Me dice: -yo puedo manejar y hablar por celular. Le contesté,: -no, imposible, vos crees que podés, pero no podés. Me dice: -si, yo puedo, no me distraigo. Y ahí se me ocurre:-Vas manejando, y te llama un amigo para decirte que se puso de novio con tu mujer. ¿No te distrajo, no?”. Para completar la anécdota, continuó. “La segunda que levantó la mano para hablar fue la moja: -¿Usted no dice malas palabras porque estoy yo?, me preguntó. -Sí, le contesté. -Bueno, yo vine a escucharlo decir malas palabras, me dijo”.
Según el piloto, “el paso uno es sentarse bien”. Sobre fumar y manejar, el piloto señaló que, “el tema del cigarrillo, es una más de esas cosas que cada uno tiene que saber: ¿se está capacitado para fumar y manejar? ¿Se está capacitado para tomar mate y manejar? ¿Se está capacitado para escuchar la radio y manejar? Es muy difícil hacer leyes que (si no se cumplen) cada uno tiene que darse cuenta. Hay personas que solamente pueden manejar, no pueden bajar el vidrio, no pueden prender la radio, nada… de pedo pueden manejar”.
Sobre la velocidad, dijo que muchas veces le preguntan: “-¿por qué hay autos que llegan a los 300 km/h? -Porque hay países que tienen autorutas de velocidad libre. En Uruguay hay límites. ¿Vos querés tener un auto que anda a 300 km/h? Andá en primera… Y si lo querés probar andá al autódromo, ponete el caso, sacá la licencia, y hacé lo que quieras”.
Traverso dijo que sobre la velocidad siempre le consultan: “amigos míos que me dicen -el manual dice que corta a 250 km/h. -¿Y? -no corta a 250 km/h. -¿Dónde lo probaste?, le dije yo. -En la autopista. -Bueno, seguí probándolo, que en cualquier momento no volvés”. La autopista “no es un lugar para hacer eso”.
“Yo no soy el bueno de la película, (pero) subestimamos la vida haciendo ese tipo de cosas”.
“El Flaco” invitó a que los corredores de autos y motos participen, de alguna manera, del proceso de sacar la licencia de conducir. “Un corredor de motos, ve a una persona en la prueba, y en pocos metros sabe si puede manejar una moto o no. Lo mismo pasa con los pilotos de autos”.
Con respecto a las medidas de seguridad de los autos, airbags, abs, etc, sostuvo: “Sólo funcionan a las velocidades correctas”.
“A mi me han dicho: -yo en mi auto voy bien, voy a 200 km/h, voy a 220 km/h, y voy atado… Y yo les digo -¿Vos viajás atado a 220 km/h? Desatáte, si es lo mismo. De última, si te querés quedar atado, al que le vas a dar una mano es al bombero, que te encuentra más rápido”.
“Las medidas de seguridad son para velocidades coherentes”, remarcó.
Según Traverso, su generación es “un mal ejemplo”. “A los de nuestra generación, ya no nos pueden educar. Pero tenemos la obligación de educar a nuestros hijos y a los jóvenes. En Argentina tenemos una práctica que se llama “la previa”. Y la viví. Pero yo hice de todo, lo iba a buscar al boliche, hablaba con los padres de sus amigos… No tuve la solución, pero lo que hice fue no borrarme. No le tiré el problema al sistema : hagan controles de alcoholemia, etc”.
“Tenemos la obligación de cuidar a los chicos. La escuela capacita a los jóvenes, en el tema vial, pero la educación es en casa”.
“Cuando perdemos un joven, un chico, en un siniestro de tránsito, es imprevisto. Con lo cual, la familia se va atrás, la familia se destruye. El viejo Traverso, mi viejo, perdió imprevistamente a su nieto mayor. Mi viejo tenía una salud barbara. A los seis eses se murió. Entonces, los viejos tenemos que cuidar a los jovenes, porque les pasa algo, atrás nos vamos nosotros”.
“Tu hijo, tu nieto, se fue para volver a tu casa, y un día no vuelve. Y ahí te cagó”, subrayó.
Por último, sobre este tema, se señaló que es importante no trasladar la responsabilidad a los demás. A modo de ejemplo, en Argentina se hizo una encuesta a un grupo de conductores sobre cómo creían que manejaban. El 84% dijo bien y muy bien, mientras que cuando les preguntaron sobre cómo creían que manejaba el resto de la sociedad, el 92% dijo mal o muy mal.
Luego la charla continúo con anécdotas varias de su carrera deportiva. Allí van algunas de ellas:
Sobre al automovilismo de otra época y su auto prendido fuego
“El automovilismo ese nos permitía seguir. Obviamente me desaté, empecé a buscar donde estaban los bomberos, pero si se quemaba el auto, el equipo hacía otro. En la actualidad, el automovilismo cambió. El piloto ante el más mínimo problema para, porque si sigue lo echan del equipo. En ese sentido, el automovilismo de ahora no me gusta”.
“Yo tenía un preparador llamado Pedersoli, que me armaba el Chevrolet, y el último Ford. Una vez, el auto empezó a perder presión, a perder… Y yo seguí. Y no llegó, y explotó. Y el vino y me dijo- ¿Por qué no paraste? Y yo le dije -¿Y por qué no lo hacés bien?”.
Otra más…
“En aquella época Renault importaba la coupé Fuego, unos 30 por mes. El auto que se fabricaba era el R18. Armé un 18 pensando en que Renault iba a usar ese auto, y lo armo con Orestes (Berta), pero Renault decide armar un equipo con las Fuego. Entonces armé el 18, corrí hasta fin de año, y Renault me dijo ‘vení al equipo, al oficial’, con la Fuego”.
“En el primer año Renault tuvo que llevar la matricería a la Argentina y fabricarla allá, producto de lo que pasaba en el automovilismo. Era mucho más rápida y aerodinámica que el 18. De hecho esa la tengo guardada en mi casa, la tengo ahí, y la miro… y le digo -Me quisiste quemar hija de puta”.
Sobre sus calenturas
“Un día, termino una carrera re caliente, y le pego una patada a la puerta del auto. Viene uno del equipo y me dice: -¿Por qué no le pegás a la llanta? -Porque estoy caliente pero no soy pelotudo”.
Sobre el rally
“Había un vado que era muy hondo, muy corto, y cuando hice la ruta, pensé que, o era en primera, muy despacito, o era a fondo. Se venía con una velocidad que se podía pasar hasta el otro lado, pero no tenía como probarlo”.
“(Nini) Russo me venía ganando, y yo sabía que venía el badén, así que venía concentrado en hacerlo a fondo, porque no tenía alternativa. (Carlos) Marincovich no lo hizo a fondo, no lo hizo despacio y se pegó dentro del vado, y quedó enterrado allí. Yo lo hice a fondo, -que no era a fondo, porque si no estaba el auto de Marincovich obviamente me hubiera ido mal-, el auto picó en el techo de su auto y crucé el badén. Eso lo vimos cuatro, mi acompañante y yo, y Marincovich y su acompañante”.
La virgen de su padre
“Era devoto de la Vírgen de Luján, iba con ella a todas las carreras. Cuando yo estaba empezando, con el Torino que no podíamos mantener, mi viejo fue a un lugar (de un circuito) donde yo me despisté un poquito y le pegué al guard rail y seguí”.
“Mi viejo sacó la virgen, y le pidió que me parara el auto. Un amigo, que estaba con él, lo escuchó, y me contó. Ahí todavía no me daba ni un mango para correr. Entonces voy y le digo -¿Vos le pediste a la Virgen de Luján que me parara el auto? -Si -¿No le podías pedir que me sacara un cable? Me partió el cigüeñal…”
Hebert Paguas
Foto: J. Núñez.
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