Opinión: dos grandes pilotos, un problema para Citroen

Por Mario Uberti.

Durante los últimos ocho años, el equipo Citroen del Mundial de Rally no sólo disfrutó de sus grandes victorias (69 con Loeb) y de los títulos (7 prácticamente consecutivos) sino de un ambiente interno excelente, que bajo las ordenes de Guy Frequelin primero y mas recientemente de Olivier Quesnel, nunca ofreció otra cosa que un entorno de amigos en procura de un éxito que reafirmó el excelente relacionamiento.

Lo viví cuando realizamos “Objetivo: Sebastian Loeb”, hace un par de años, en oportunidad del Rally de Cataluña. Amén de la facilidad de relacionamiento con los pilotos que aún conserva el Rally -a diferencia de la F1- encontré en Citroen Sports un trato siempre amable, dispuesto y sobre todo muy profesional. Claro que, en aquel entonces como en años anteriores, todo era muy claro: Loeb era el piloto 1, y el español Dani Sordo, el 2.

Pero como ya hemos visto en otras disciplinas del automovilismo, notoriamente en la máxima categoría, hacía falta un mejor piloto que Sordo, para que comenzara la disputa interna. Y Citroen lo crió de potrillo, pues patrocinó a Sebastian Ogier desde sus inicios hasta entregarle un World Rally Car con el que rápidamente demostró que está a la altura conductiva que hoy Loeb tiene, aunque por cierto muy lejos de la altura a la que las estadísticas han encumbrado al Campeón Mundial.

Este domingo, en Guanajuato, hemos tenido la primera experiencia de como pueden escaparse las cosas a un director de equipo que, como Olivier Quesnel, nunca había tenido que lidiar con “ordenes de equipo…” Antes de largar, Quesnel declaró que “no había dado ordenes, pero sí que debían cuidarse de terminar los dos….” Un poco ridículo no, máxime cuando entre Ogier y Loeb había solo diez segundos a falta de cuatro tramos.

Y por supuesto, lo de no arriesgar quedó en la nada al momento de apretar por vez primera, en el primer tramo dominical, el acelerador. Y pudo haber sido un desastre para Citroen, pues a los pocos kilómetros, manejando furiosamente para ganar la carrera, Ogier metió al Citroen en un pozo, le dió a una piedra, sacó una rueda y tuvo que abandonar.

Esto aseguró la victoria de Loeb, quien había largado también a todo o nada, pero al ver al costado del camino a su compañero de equipo aflojó y manejó su buena diferencia con Hirvonen y su Ford, hasta sumar otra victoria más a su gran palmarés.

Cuando finalmente Ogier llegó a la base de operaciones de Citroen, los periodistas lo esperaban con la pregunta del caso: ¿cuanto había arriesgado? Ogier fue muy sincero: “mentiría si dijera que iba cuidando, arriesgué y perdí……”

El pobre Quesnel tendrá que replantearse el tema “juego de equipo” con dos hombres iguales de veloces que Citroen no necesita que rivalicen entre sí, sino contra el resto. Por ahora, está visto que con “medias tintas” no conseguirá nada y aunque el romanticismo deportivo pretenda permanecer ajeno a lo que conviene al equipo, es bien claro que como en lo del huevo o la gallina, la madre de una victoria está en el auto. Que proporciona un equipo…¿ O no?

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