
Fue en 1970 cuando la FIA obligó a la introducción de los “bladder fuel tanks” (tanques en forma de vejiga) para el combustible a utilizar en los autos de F1 y otras categorías, y gracias a ellos es que no ha habido una explosión del tanque desde aquel accidente de Gerard Berger en Imola, 1989 y ninguna muerte relacionada al fuego desde la de Ricardo Paletti, en Canadá 1982 o la de Elio De Angelis, entrenando en 1986.
La “vejiga” está hecha de Kevlar y goma y sólo puede ser fabricada con la aprobación de la FIA.

Desde 2010, cuando se prohibió el reabastecimiento de combustible en la F1, cada auto debe largar con 160 litros, suficientes para cada Gran Premio. Por si te queda la curiosidad: un GP son mas o menos 300 kilómetros, por lo que un F1 da 1.800 metros por litro, mas o menos.
La línea de combustible del tanque al motor debe tener un “selfseal breakaway” (acoplamiento en seco para caso de rotura) de manera que en caso de separarse, por accidente, el motor del chasis, no haya fugas, que imagino es lo que sí sucedió con el Haas Ferrari de Grosjean, aunque hay quienes sostienen que esa fuga llevó el fuego al tanque y se prendieron los 165 litros.
Hay que destacar que el reglamento prevé que el tanque esté enclaustrado en una celula de seguridad que es testeada en “crash tests”.